La psiquiatría entiende por demencia un estado disminuido de la psiquis, una pérdida de funciones, una discapacidad mental que nos va llevando a una nada anímica. Jorge Rodríguez Gómez, suspendiendo todo juicio clínico, nos presenta la demencia como una especie de lógica, que en su raciocinio e intuición lacunarios le presta un arte poético a su sensibilidad y percepción del mundo. Poesía directa, que en lugar de metáforas apela a un cierto absurdo del psiquismo, cuyos saltos, donde la pérdida del nombre da lugar al abismo, producen el transporte del sentido que caracteriza a la figura literaria. Poesía entrecortada y breve, va siempre directo al grano, integrando el silencio y el vacío a la sorpresa de sus condensaciones, desplazamientos y símbolos. Poesía que irrumpe como una venganza o un desquite contra el silenciamiento, sin ningún odio ni destrucción sino más bien con un humor sutil y con ternura, como toda verdadera revancha poética, que consiste en tomar libremente la palabra y expresar de un solo trazo lo más hondo y verdadero con su lenguaje propio.