Álbum del insomnio seguido de La hendija

La mirada fragmentaria no es el nuevo capricho de una estética, es la visión que tiene de sí mismo el sujeto antropológico (su alma, su mundo, su no-Dios) desde el período final del siglo XX. La opción de la escritura fragmentaria no fue una simple emergencia positiva, fue más bien un residuo, una tabla de salvación, una resistencia al mutismo. Ella permitió quizás, en la disolución general posmoderna, conservar la intención de aglomerar un universo, aunque fuera solo un universo en pedazos.

Álbum del insomnio (Caracas, 1990) y La hendija (Caracas, 1995) podrían representar cierta tendencia de entonces: la micronovela, que en la ejecución fragmentarista de Juan Antonio Calzadilla Arreaza se vuelve un instrumento de autoinspección y de autoficción, en la busca de un monólogo interior colectivo, engranando un torbellino de trozos en calidad de capítulos, que parodian o ironizan la forma novelística más que llegar a escribir una novela “como Dios manda”.

Un libro y otro son ejercicios de estructura que se sustentan en la intensidad de su escritura, y en su generación de efectos inter y extratextuales. Pueden ser vistos hoy como un rastro dejado en el proceso de una poética que buscó dominar o novelar, bajo un cierto orden, la fragmentación caotizante.

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